Las personas educadoras comprometidas tienen que luchar a diario por justificarse a sí mismas el sentido y la utilidad de su tarea. Deben resolver este dilema a su modo en la actividad de cada día. Hay muchas y variadas formas de mantener vivo y de renovar permanentemente el entusiasmo por trasmitir al alumnado un sentido profundo de la formación. En esta publicación se plantea la tesis de que una manera adecuada para que los y las educadoras alcancen esa perspectiva y se mantengan en ella radica en ver a todos los alumnos y alumnas como sujetos de derechos. De esta manera, la enseñanza de derechos humanos adquiere un sentido singular: no es sólo una parte más del currículum, sino el reflejo del futuro desarrollo humanizador de personas que se están formando.