Las reflexiones de este ensayo comparten un supuesto irrenunciable para el pensamiento social cristiano: las estructuras de la vida social, en todas sus manifestaciones, forman parte insustituible de la vida humana. Así somos los humanos y así es nuestra vida en común. Es en la historia humana integral, en la comunidad de vida de todo lo creado, y especialmente en la vida de los más pobres, donde se nos da la oportunidad de ser instrumentos de la gracia. Porque “Dios trajina su salvacón con los ingredientes humanos e históricos que nos son cotidianos.