La reducción de la pobreza es una obligación para todos los gobiernos del planeta de acuerdo con lo acordado en la Cumbre del Milenio y un deber ético para la humanidad. La pobreza actual alcanza la mitad de la población mundial y degrada la condición humana. Sabemos que es posible construir sociedades más equitativas, como han demostrado los países que apostaron por ello. Ignorar la pobreza muestra un egoísmo difícil de entender en un mundo cada día más rico y una falta de visión verdaderamente preocupante sobre los intereses de la humanidad a medio plazo.