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Educar y convivir en la cultura global. Las exigencias de la ciudadanía
Madrid: Morata, 2001
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Las personas nos construimos en el seno de la cultura y gracias a ella. La forma y los contenidos de nuestra subjetividad reflejan las condiciones de la cultura con la que nos hacemos sujetos singulares. Este principio, hoy asimilado universalmente, tiene implicaciones decisivas para la educación, la cual se apoya en un proyecto de individuo, de sociedad y de cultura deseables. Existen dos amarres que nos conectan al mundo. Por un lado, la compleja red de relaciones, interdependencias y sentimientos que nos unen o separan de los demás. Por otro, la cultura que aporta la sustancia que nos alimenta, a través de la que nos expresamos, por la cual damos sentido al mundo y comprendemos a los otros y a nosotros mismos. La educación interviene en ambas formas de anclarnos, defendiendo determinadas opciones y orientaciones teleológicas. En vez de quedar presa de la cultura, debe orientar su desarrollo.